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lunes, 7 de febrero de 2011

NO AL ABORTO...ENTREVISTA A CAROL DE BOWÉ


CAROL DE BOWÉ
Tengo 40 años. Nací en Tarapoto (Perú), viví diez años en la selva amazónica y acabo de llegar a Tossa de Mar. Doy vida: soy madre. Con Gilbert, mi esposo, he alumbrado a Sri Nassú (18), Moisés (11), Carol Natividad (9), Arón (7) y Rose (3). Soy sabia en parto natural y soy sanadora. ¡No al aborto, no, no! No soy católica. ¡Dios es un bebé!- Si miras a un bebé, ves a Dios. Es vida que sólo quiere vivir, pura conciencia de vida: ¡Dios!

- Usted jamás abortaría, claro.

- ¡Jamás! Eso es violencia, muerte, guerra. Qué abominación...

- ¿Ni siquiera si el bebé llega con malformaciones?

- ¡Eso es ver a los hijos como monstruos, como enemigos! ¡Cuánta falta de amor...!

- ¿Y si es hijo de una violación?

- ¿Por qué sumar sangre y muerte a la violencia? Que nazca esa vida, entréguenlo a alguien, ¡tráiganmelo aquí...!

- No dará abasto...

- No hay amor... Nacen hijos sin amor... Y luego esos hijos enviarán a sus padres a una residencia, claro. Los odian.

- ¿Los hijos odian a sus padres?

- ¿Cómo podrán los hijos amar a sus padres si han nacido sin el amor? Imposible.

- ¿Por qué dice que nacen sin amor?

- ¡Nacen en asépticos hospitales, donde se les arranca de la madre, se les golpea, se les aparta..., se les arrebata la felicidad!

- ¿El hecho de nacer en un hospital nos roba la felicidad?

- ¡No es fácil ser feliz si al llegar te reciben a golpes...! Al nacer así se quiebra la armonía con la naturaleza, con la divina energía amorosa que otorga toda salud y toda felicidad.

- ¡Parir en hospitales salva miles de vidas!

- Yo sólo digo lo que sé.

- ¿De dónde saca esas ideas, Carol?

- He alumbrado a cuatro de mis cinco hijos de parto vertical, en cuclillas, de parto natural en plena selva amazónica, asistida sólo por mi esposo, sin médicos... Por eso hablo.

- ¿No había allí hospitales?

- Yo era una estudiante peruana cuando conocí a Gilbert, un fotoperiodista luxemburgués que iba al Amazonas a hacer un reportaje... Nos casamos y nos instalamos en Suiza, y a mis 21 años parí allí a mi primer hijo: en un hospital... ¡desgraciadamente!

- ¿Desgraciadamente? ¿Qué pasó?

- Que fue tremendamente cruel: sólo nacer, le pedí a la comadrona que me dejase acariciar a mi bebé... ¡y me miró como si estuviese loca! Algo se rompió en mí...

- Hoy las comadronas no harían eso...

- ¡Las mujeres ya han interiorizado que parir es una enfermedad, un castigo! Y no desean ya ser madres. Aquel frío parto de hospital a mí también me arrebató la maternidad: ¡decidí no tener más hijos! Éramos, pues, una familia moderna normalita...

- ¿Hasta cuándo?

- Practicábamos meditación, ¡y un día entendí que no quería aquella vida artificiosa para mi hijo! Y regresamos a la selva.

- ¿En qué condiciones?

- En contacto íntimo con la naturaleza. En chozas. Comíamos lo que caía de los árboles. Yo meditaba humildemente. Soñé con un bebé, vi su cara... Germinó mi amor hacia ese bebé... Y quedé embarazada. Me aparté, sin más relaciones sexuales hasta el parto...

- ¿Quién le dictó esas conductas?

- Me dejé guiar por el instinto, con confianza plena en la vida, en la naturaleza... ¡Dar a luz a una vida es el mayor acto de creación!

- ¿Y cómo fue el parto?

- Bajo los árboles y el cielo, sobre la tierra, al aire libre, con agua y fuego cerca... Junto a mi esposo, con tierra y hojas por el cuerpo, sin fármacos, obstetras ni ginecólogos...

- ¿En cuclillas?

- Sí, pujando con cada contracción hasta que el bebé asoma su cabecita. Luego me estiro y las entrañas empujan solas al bebé, que sale fácilmente y es recibido por su padre.

- ¿No padeció dolores?

- ¡Si recibes en silencio el dolor, lo conviertes en dicha! El bebé nació sereno, se metió dos dedos en la boca y no lloró. En seguida lactó. Vivimos el milagro y, quietos, contemplamos esa belleza y sabiduría divinas... El bebé nacía envuelto de mi amor, del de su padre y del de su hermano mayor, que al cabo de una hora cortó el cordón umbilical con un cuchillito de mantequilla, poco a poco...

- ¿Y la placenta?

- Salió a los tres días, a su ritmo. Y la enterramos, ¡para que la Tierra sepa que tiene a una nueva criatura a la que proveer siempre!

- ¿Cómo se sintió usted tras ese parto?

- ¡Yo también renací! ¡Alumbré y me iluminé! Allí murió la Carol que era antes, la mental, y nació la Carol que soy ahora, la sabia.

- ¿Sabia?

- Esa conexión tan intensa con la vida me abrió los ojos de la conciencia, desperté al conocimiento divino. Desde aquel día gozo de sabiduría sanadora. 

- ¿Quiere decir que cura a la gente?

- Todos tenemos el don innato de sanar y sanarnos, pero está adormecido, pues vivimos en lo mental. El parto en armonía con la energía universal me despertó ese don.

- ¡Pues después de ese parto todavía viviría usted otros tres partos naturales...!

- Sí, y cada uno más sencillo, placentero y feliz. Sentí que debíamos filmar el siguiente, el de mi hijita Carol Natividad, como testimonio del milagro del nacimiento vivo. ¡Me siento ahí la mujer más poderosa del mundo!: enseño a parir a la humanidad.

- ¿Cómo cría a sus hijos?

- Con lactancia hasta que caminan. Sin azúcar, sin cosméticos, sin fármacos, con todo el amor. Los educamos en casa, a cada uno según sus inclinaciones. "¡Ama y deja vivir!", aprenden. Porque... ¿de qué te sirve Harvard si luego eres capaz de asesinar?

- ¿Y qué dicen sus chavales de todo esto?

- Son criaturas traspasadas de salud y armonía, empapadas de amor, iluminadas: desde su nacimiento viven conectadas a la energía divina. Confían en la vida, nada les faltará. Ellos también serán sanadores. 


Entrevista aparecida en La Contra de la Vanguardia (VÍCTOR-M. AMELA - 07/06/2006)

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