El investigador Carlos Castilla del Pino, en una de sus
tantas afirmaciones nos advierte que: “La razón y la ciencia son las únicas
armas válidas para afrontar las incógnitas de la vida”. Estas armas a las que el autor hace
referencia no son más que la gnosis de ser de la universidad, puesto que es
su fin principal, o por lo menos,
debería serlo.
Muy a pesar de esta noble exigencia social, las
universidades de hoy, sobre todo las
peruanas, no vienen cumpliendo con este delicado encargo; porque de ser así, con tantos centros de formación profesional
existentes, nuestro país, por lo menos, debería estar bien ubicado en
los rankings mundiales de publicación científica; cosa que por cierto no
ocurre.
Hacer
conciencia de esta cruda realidad,
resulta inquietante, sobre todo si consideramos los resultados
de las publicaciones científicas presentadas por la University
Ranking by Academic Performance (URAP) en el 2013, donde el
Perú de 20,372 universidades y
centros de investigación a nivel mundial, ocupa el puesto 1704 con la UNMSM,
seguida de la Pontificia Universidad Católica en el puesto 1815. Este
resultado confirma lo advertido por nuestro epónimo César Vallejo, cuando
en 1927 a través de su artículo titulado
“El espíritu universitario” decía que: “Mientras
que de la universidad europea salen la ciencia, la filosofía y todos los
principios ideales y vivientes que rigen la existencia y el desarrollo del
espíritu humano, de la universidad latinoamericana no salen más que
divulgadores. La universidad en América no crea filosofías, ni ideales
políticos ni corrientes científicas. Ella vive de migajas ideológicas de Europa
y todo su papel se reduce a repetirlas al alumnado de dentro o fuera de los
claustros”. Como se nota, una cruel
verdad, le duela quien le duela.
La falta de investigación y
consecuentemente publicación científica a la que se hace referencia, no es el
único problema que aqueja a las universidades del Perú, quizá sea la más grave.
A esto se suma la ingobernabilidad, la corrupción enquistada en el sistema universitario que impide la innovación, transformación y
reversión de las actuales y desalentadoras
estadísticas.
¿El origen?, al parecer, una desatinada, vacía, desintonizada
y hasta inexistente ley 23733, que data de tantos años atrás (aprox.
treinta años), la misma que en
este mundo globalizado ha perdido vigencia frente a los cambios vertiginosos de
esta nueva época.
Hoy,
en esta era de la información y la comunicación, y por qué no, del conocimiento,
el proyecto de ley universitaria 2013, surge como una
alternativa esperanzadora, con normas
claras y acordes al tiempo y espacio; abriendo paso de este modo a la investigación científica y
tecnológica, creación de un vice rectorado de investigación en cada universidad,
que será la encargada de impulsar la indagación científica. Del mismo modo, la elección de autoridades y
permanencia de estos solo por un lapso de tiempo, evitando así el enraizamiento
y vicio en los puesto privilegiados. A su vez, la disolución de la ANR y su posterior
sustitución con la CNU, el mismo que tendrá también una vigencia de gobierno.
Éstas
son solo algunas de las novedades que trae consigo el proyecto de ley. Solo se espera que colmen las expectativas,
por el bien de los futuros profesionales y de la sociedad en su conjunto.
No
cabe duda que como diría César Vallejo, en materia de ciencia, ¡AH!, DESGRACIADAMENTE, HOMBRES HUMANOS, HAY HERMANOS, MUCHÍSIMO QUE
HACER.
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