«Debemos abandonar la vana idea de que todo lo que está escrito es cierto»
DANIEL CASSANY
Al leer o escribir no sólo ejecutamos reglas ortográficas sobre un texto; también adoptamos una actitud concreta y un punto de vista como autores o lectores y utilizamos unos estilos de pensamiento preestablecidos para construir unas concepciones concretas sobre la realidad. Además, lo que escribimos o leemos configura nuestra identidad individual y social: cómo cada uno se presenta en sociedad, cómo es visto por lo otros, cómo se construye como individuo dentro de un colectivo.
Lo anterior conforma la literacidad, concepto que abarca todo aquello relacionado con el alfabeto. Un enfoque desde el cual Daniel Cassany, profesor de Análisis del Discurso en la Universidad Pompeu Fabra, explora las prácticas de lectura contemporánea en su último libro Tras las líneas (Anagrama, 2006). Este lingüista parte de la idea de que leer o escribir son prácticas socioculturales, además de procesos psicológicos o lingüísticos, como tradicionalmente se los ha entendido. Es decir: tanto el uso como la comprensión de las palabras dependen de las personas y de la comunidad a la que pertenecen, no de un valor que se les concede de antemano.
Y así como cambian la sociedad y la cultura, cambian las formas de leer y de escribir. En ese sentido, cuatro factores influyen actualmente de manera determinante en esos dos procesos:
- La extensión de la democracia: que conlleva la necesidad de que las personas descubran qué esconden los distintos discursos. En palabras de Cassany: «literacidad crítica: usar las palabras para manipular o evitar ser manipulados».
- La globalización: que implica la lectura plurilingüe y la multilectura.
- El uso de Internet: que acarreó el surgimiento de nuevos géneros y comunidades discursivas
- La divulgación científica: que plantea a los lectores diferentes y nuevos retos.
Para el común de las personas, leer o escribir son prácticas al alcance de cualquiera que sepa el alfabeto, que logre plasmar —gráfica o verbalmente— una palabra y que pueda captar su significado literal. Sin embargo, usted plantea que esto representa sólo un pequeña parte de lo que implica saber leer y escribir. Para ello habla de la literacidad. ¿Podría explicar este concepto?
Durante muchos siglos se pensó que leer significaba pronunciar el verbo escrito, devolver el sonido original a las palabras. Más recientemente se entendió que era posible entender un texto sin oralizarlo y empezamos a tomar conciencia de que leer es comprender, hacerse una idea del significado que tiene el texto. Hoy, puesto que las prácticas de lectura y escritura son más amplias —y se usan en contextos, entre lenguas y con personas diferentes—, nos estamos dando cuenta de que no sólo se trata de entender el significado de las palabras que componen un texto, sino de reconstruir la ideología, el punto de vista, la mirada que tiene quien lo escribió. Entonces es mucho más complicado porque no se trata sólo de entender el significado de unas palabras que supuestamente tienen un valor semántico estable, cerrado, concreto y definido, sino de intentar reconstruir qué quiso decirnos el autor desde un contexto determinado, con los presupuestos culturales fijados por él desde su cultura.
¿Podría brindar algún ejemplo concreto?
Leo en una novela: Me caso mañana. Podemos pensar que entendemos la frase, porque sabemos el significado semántico, del diccionario, de casarse. Pero en realidad, es imposible comprender la frase si no sabes quien la dice, dónde, a quién y por qué. Lo que significa casarse cambia en cada comunidad humana del planeta: se pueden casar personas diferentes, tienen derechos y deberes diferentes, tienen o no tienen la oportunidad de divorciarse después; el valor social de ser casado o soltero es también diferente... Comprender significa entender todas estas variables en cada momento y lugar concretos. Entonces: leer es una tarea local, circunstancial, que varía en cada situación.
¿Entonces la enseñanza formal, en sus distintos niveles, basta para aprender las aptitudes que implican una literacidad?
No, porque leer es un verbo transitivo. La idea psicologista de que todos leemos siempre del mismo modo porque utilizamos los mismos procesos cognitivos es una idea bonita y que, sin duda, tiene un fundamento biológico: el de que todos somos iguales genéticamente. No obstante, es falsa desde un punto de vista cultural: las formas en que utilizamos los escritos son diferentes en cada cultura. De hecho, en América Latina no se utilizan los textos de la misma forma que se utilizan en España, aunque todos utilicen el idioma español. El lenguaje puede ser estructuralmente el mismo; sin embargo, éste puede adquirir usos distintos. Las comunidades utilizan el humor, las críticas, la cortesía, el sarcasmo, la retórica de modo diferente, incluso con un mismo contenido, y eso se traduce en los escritos. En Internet tampoco utilizamos los textos del mismo modo que en el correo postal o en la conversación cara a cara. Entonces, leer también significa aprender cómo se utiliza el lenguaje en cada ámbito, en cada disciplina y en cada comunidad: aprendemos a leer textos en contextos determinados. Así, una persona puede tener habilidad para leer textos científicos y no para leer sentencias judiciales, por ejemplo.
Esto rompe con la idea quizá un tanto inocente sobre una globalización que homogeniza las prácticas sociales y torna a las personas iguales. Y marca la diversidad que existe incluso en cuanto a comprensión, ¿no?
Sí, claro. Hoy tenemos acceso a información que antes no teníamos. A través de Internet podemos entrar en contacto con personas culturalmente diferentes y, para poder comunicarnos con ellas, necesitamos compartir un determinado acto cultural. Por tanto, es cierto que hay un conjunto de conocimientos que compartimos, puesto que la comunicación es mundial. Sin embargo, esta fuerza homogeneizadora coexiste con otras fuerzas diversificadoras o especificadoras que hacen que nos interesemos por determinadas formas culturales que se dan en nuestra comunidad, y no por otras. O que establezcamos contacto con personas de distintos lugares del planeta que tienen puntos de vista afines a los nuestros.
DESCUBRIR EL PUNTO DE VISTA
Recién sugería que cualquier discurso, cualquier texto, esconde una postura ideológica. De ahí el título de su libro, Tras las líneas, que hace referencia a uno de los niveles de lectura, quizá el más difícil, aquél donde el lector mantiene una postura crítica. ¿Qué implica esta lectura crítica?
Básicamente tener la idea clara de que siempre hay una persona con una ideología detrás de un discurso. También que percibir esa mirada, ese punto de vista del autor, es tan importante como entender el contenido del texto. Difícilmente podemos decir que entendemos un texto si no apreciamos los intereses de quien lo escribió, si no sabemos por qué lo escribió y qué pretende. ¿Cómo podemos descubrir ese punto de vista? Fijándonos en algunos aspectos del escrito: cómo se posiciona la persona que escribe respecto a lo que escribe, qué dice y qué calla... Porque la mayoría de las veces, al autor le resulta imposible decirlo todo y entonces decide decir algunas cosas y dejar fuera otras. Por eso, hay que observar qué voces incorpora y cuáles silencia. Además, nadie es el primero en hablar de un tema; siempre hubo alguien que dijo algo antes y nosotros tenemos que posicionarnos al respecto. Y si uno se molesta en hacer una cosa tan costosa como escribir, es porque tiene intereses importantes que quiere transmitir.
¿La forma en que una sociedad lee tiene incidencias políticas y sociales, repercute en la vida democrática?
Sin duda alguna. Una vez tenemos garantizado el derecho de opinión, donde cualquier puede decir lo que quiera ¾aunque lo que diga sea una barbaridad¾, debemos preocuparnos de la otra parte: garantizar que las personas sean capaces de detectar las mentiras, de las falacias, de las manipulaciones y darse cuenta de los intereses que hay detrás de los discursos de cada uno. Tenemos que cambiar la idea de que lo que está escrito es verdad, objetivo, unívoco o absolutamente preciso y claro, por una idea mucho más real de que detrás de los escritos hay puntos de vista y opiniones, miradas parciales,como en la conversación.
Desde hace tiempo se viene hablando del imperio de un «pensamiento único», el neoliberalismo, que ha copado los medios de comunicación y muchos otros ámbitos políticos y sociales. ¿Cree que este «pensamiento único» conlleva la existencia o, al menos, la omnipresencia en nuestras sociedades de un discurso único?
No, lo que puede haber son algunos discursos y opiniones que tienen más presencia social, esto es, que ocupan más posiciones de relevancia en la comunidad. Puesto que está mal visto negarle a alguien la libertad de expresión, se intenta sencillamente que su discurso no trascienda. Hay un orden o jerarquía de los discursos. Sin embargo, gracias a muchos sistemas de información, como Internet o los móviles, hoy se pueden propagar y divulgar muchos puntos de vista. Quizá hay diferentes niveles de presencia; no obstante, accedemos a un mayor diversidad de discursos. Quien lee varios periódicos al mismo tiempo se da cuenta de que ninguno cuenta las cosas de la misma manera y de que ninguno dice totalmente la verdad, es decir, ese lector puede apreciar que todos los diarios poseen una mirada interesada.
Internet implica nuevas prácticas de lectura y de escritura. Con todo, la mayoría de las personas parece utilizar el ordenador como una máquina de escribir o como un cuaderno. ¿Podría indicar algunas de las características de estas nuevas prácticas?
Es cierto que muchas personas están emigrando paulatinamente hacia Internet y que todavía no lo usan con todas sus potencialidades. Tengamos en cuenta que es más fácil diseminar una tecnología, fabricar ordenadores y ponerlos al alcance de las personas, que cambiar los hábitos y los puntos de vista de esas personas. Esto es mucho más lento.
Hay una forma de comunicación de la vida cotidiana que antes hacíamos por medio de la interacción presencial en una tienda y que ahora manejamos vía Internet. Por ejemplo, contratar un viaje o un hotel desde el ordenador de casa, en lugar de ir a una agencia de viajes. Eso sí, aunque el cambio tecnológico sea muy rápido, el proceso de migración de unas formas a otras es lento. Por esta razón, muchas personas utilizan el ordenador e Internet como elementos muy superficiales y no aprovechan todas las posibilidades. Por otra parte, la comunicación en Internet es muy diferente a la de la vida real.
¿En qué aspectos?
Sin ir más lejos, en una biblioteca tradicional nunca hay mentiras ni falsedades, cuando en Internet sí. O, por ejemplo, si publicas una carta en el periódico de papel, difícilmente puedes conocer a personas que tengan tus mismas opiniones. En cambio, en Internet a través de los foros, de los chats o de las listas de correo, puedes formar una comunidad con gente de distintas partes del planeta. Es decir: Internet habilita géneros específicos con códigos de lenguaje diferentes de los que conocíamos hasta el momento. Así, en algunos espacios virtuales donde el idioma es el español algunos usuarios al entrar saludan diciendo «holas», cuando no lo harían de esa forma si entran a un bar o a otro sitio real. En otras palabras: Internet está generando también nuevos usos lingüísticos.
¿Podría darse una retroalimentación del lenguaje desde Internet al mundo real, que se empiecen a usar estas formas y que se rompan las reglas de escrituras que teníamos como tradicionales?
No, creo que son formas nuevas que se suman. La regla de la sustitución nunca ha funcionado. El cine no acabó con el teatro o la televisión o el vídeo con el cine. Tenemos todo a nuestro alcance y podemos hacer cualquiera de estas cosas. Del mismo modo, podemos escribir una carta, enviar un correo electrónico o visitar una red; todo está allí y tiene características diferentes. Esto es lo que va a ocurrir.
La dinámica de la web es veloz. De hecho, se aconseja escribir textos breves porque los lectores tienen menos tiempo y son más inquietos. ¿Esto no va en detrimento de la comprensión de un tema, que implica profundizar y releer?
Las características del discurso en Internet son diferentes. La pantalla tiene una forma determinada y, por esa razón, es mejor presentar la información en unidades pequeñas conectadas como hipertexto que hacer un texto muy largo, al estilo de un artículo o libro normal para colgarlo. Si estamos publicando en Internet, no tiene sentido hacer un artículo de 50 páginas, pasarlo a PDF y colgarlo. Así estamos utilizando Internet como canal de transmisión o máquina de escribir, pero no sus potencialidades. Sin embargo, si construimos un hipertexto con vínculos, podemos permitir que el lector aproveche las potencialidades y que se conduzca de una forma más democrática: le permitimos que él escoja distintos itinerarios.
Internet contiene un gran caudal de información, mucho menos controlado en cuanto a fiabilidad que el de otros medios. ¿Debe tenerse una actitud más critica con lo que se lee en la web?
En Internet debemos mantener la misma actitud crítica necesaria para la vida real —y oral—. Cuando conocemos gente en la calle o estamos en un grupo de amigos y conversamos, nos damos cuenta de cuál es cada punto de vista sobre el mundo. Debemos adoptar esa misma actitud y abandonar la idea vana de que todo lo que está escrito es cierto. Dicho de otro modo: el lector moderno debe olvidar esa idea de la biblioteca de ladrillo y papel, ese idílico lugar sin mentiras o falsedades porque un bibliotecario había filtrado todo el material y los procesos de edición habían eliminado la basura.
En Internet cabe todo, lo bueno y lo malo. ¿Qué opina de quienes abogan por establecer un control legal de Internet?
Más que las ideas lo que preocupa es la falta de seguridad en Internet: los virus, los hackers... Por lo que he leído —no soy informático—, en el futuro tendremos un Internet más seguro pero menos interesante, porque las mejoras en seguridad impedirán que la información circule tan abiertamente como hasta la fecha. Ahora es muy interesante porque todo el mundo puede decir lo que quiera. Eso sí, se debe garantizar que el derecho de las personas a decir lo que quieran sea sólo eso: expresarse libremente Y que éstas sean capaces de encontrar la verdad y la mentira, de darse cuenta de la actitud del que se pronuncia. Debemos tener una mirada más crítica.
Publicado en: http://www.revistateina.org/teina12/dos4.htm
Algunos аrticulos me engancharon bastante mas pedro
ResponderEliminarbueno, noo esta mаl tampoco :)
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